4.05.2010

Reportaje de JORGE AGUADÉ para Las Provincias, Valencia.

Los fotógrafos de los Montoya


«Para poder fotografiar una ciudad hay que pisarla, vivirla». Eso dice Ivo Rovira, que llegó a Valencia hace más de un lustro y aquí se ha quedado. El fotógrafo y Ana Ponce, a ella no le hizo falta conocerla, la parieron aquí, trabajan juntos en dos proyectos: uno que se llama 'Retratos de Familias' y otro que han nominado 'Supervivientes'. Las dos ideas tienen un denominador común: la calle, que es un vergel de ideas y experiencias.
El alquitrán y los comportamientos son los que les dan la inspiración. Ahora viven los dos en el barrio de Benimaclet y allí ya les conocen. Muchos han pasado por sus cámaras y los que no lo han hecho cuentan los días que les quedan para poder hacerlo. Su serie 'Supervivientes' crece y va tomando cuerpo pero se asemeja más a la Divina Comedia que a un reto con principio y final. «En cualquier barrio de cualquier ciudad encuentras todo lo que necesitas», dice Rovira, que se crió en el Raval de Barcelona y que tiene una serie de fotografías dedicadas al orfebre de su educación, las calles de ese barrio catalán.
Ana e Ivo, mientras ven crecer su colección de 'amigos', también han tenido una buena noticia, que ha sido la producción de una de las series de fotografías de las que más orgullosos se sienten.
Como casi siempre en la vida, la posibilidad de retratar a un nutrido grupo de familias gitanas del Cabanyal les cayó del cielo. Un contacto con el profesorado del colegio y una propuesta altruista: podríais venir a hacerles la fotos a los chavales de final de curso que no tienen dinero para pagar un fotógrafo. Y aceptaron. Una buena causa y una opción de entrar en un ámbito que les sería muy complicado de penetrar les hizo decir que sí.
Y allá que se fueron al colegio Santiago Apóstol de la calle Escalante del Cabanyal. Un lugar donde todo es diferente. Empezando por el profesorado: «Es gente que hace mucho más de lo que están obligados. Es más que un colegio porque a los niños hay que ayudarles a todo», dice Ana.
Se reunieron con las familias y les dijeron que tal día a tal hora había que acudir al colegio a hacerse las fotos. Y allí que fueron en pleno («los Montoya, los Heredia, los Bustamante, casi todos se llaman así», matiza Ivo) para ser retratadas, para poder tener un recuerdo familiar que de otra manera probablemente no hubieran podido pagar nunca.
Menos las fotos que hicieron Ana e Ivo. Fotos de estudio, de campeonato. Llevaron parte de su equipo al aula de música pero cuando vieron el despliegue de familias y de coloridos decidieron volver a toda prisa al estudio en busca de más flashes, de más equipo, para que el producto estuviera al nivel de la oportunidad que el azar les había brindado. «Preparamos todo como si nos hubieran contratado para hacer una sesión de moda», sostiene Ana.
Una a una las familias fueron pasando y posando como son, sin trampa ni cartón. «La idea era intervenir lo mínimo posible. Tal cual son, nada cutre ni artificial, queríamos fotografiar la realidad de la forma más digna posible», afirma Ana. Una treintena de clanes. No tuvieron que llegar al estudio para darse cuenta de que lo que habían hecho era algo que no sólo merecía estar en las estanterías de las casas de la calle Escalante y adyacentes sino que debían sacarlas a la luz. Estaban orgullosos de su trabajo y querían mostrarlo.
Cuando entregaron las imágenes a las familias les pidieron el permiso para poder utilizarlas. Algunas negaron los derechos y otras fotos no quedaron tan bien como pensaban con lo que al final fueron una quincena las seleccionadas para una posible exposición.
«Habíamos hecho un trabajazo... El problema para nosotros era que esas fotos ya nos habían costado tiempo y dinero y debíamos buscar a alguien que nos produjera la exposición porque cada una de las ampliaciones vale un dineral y nosotros no podíamos afrontarlo», dice Ivo, que agradece al Centro Cultural Octubre que les dieran la posibilidad de producir una exposición que ya se ha visto en Valencia y en Alcoy y que va a seguir moviéndose por España y por donde tengan ganas de recibirla.
Mientras, ellos seguirán buscando su inspiración en la calle para ir poniendo piezas, capítulos, en su propia Divina Comedia. «Lo bueno y lo malo que tienen estos proyectos es que no se acaban nunca», dicen al unísono antes de tomar sus cámaras y marcharse a Laos.

Los fotógrafos de los Montoya
Rovira y Ponce portan una de sus fotografías de la Exposición Retratos de Familia del Cabanyal. :: DAMIÁN TORRES

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